30 noviembre 2005

AAR Castilla en armas I

Este es el inicio de una AAR que tengo en mente. La partida es de Crusader Kings, con el Reino de Castilla, empezando en 1066. El juego está modificado con algunos parches míos porque creo que la Península Ibérica no está bien representada en ese escenario.

El 27 de diciembre de 1066, un noble castellano, don Rodrigo Díaz, natural de Vivar, camina despacio por el palacio de las Huelgas. Su rey, Sancho II el Fuerte de Castilla, cumple un año en el trono. Sus más fieles ayudantes y consejeros han sido invitados a un banquete para celebrarlo.
Tras la comida y las pertinentes alabanzas al rey, Rodrigo y Sancho se retiran a una pequeña estancia.
- Dime, Rodrigo, tú que conoces las tierras de mis hermanos García y Alfonso, ¿las consideras más fértiles que las de Navarra y las riberas del río Oja?
- Tal vez, mi rey. ¿Por qué?
- Porque ha llegado la hora de terminar lo que empezó mi abuelo Sancho el Mayor: unificar los reinos fieles a Cristo en esta Península.

Autobús

Como un pequeño circo de nuestras miserias como colectivo.
Ése, un viejo borracho. Antes era albañil. Ahora huele a gato muerto a tres metros de distancia. Sobrevive como puede, con un pegote aquí y otro allá, cargando con mierda en bidones por la que le pagarán eso, una mierda. El dinero le da apenas para beber y comprar salchichas de oferta del Día.
Más allá están los dos niños, perfectos, modélicos, debidamente peinados con la ralla al lado. Su madre, que viste bien, habla por un móvil caro mientras los niños juegan a un videojuego portátil. Todo es perfecto, especialmente cuando se ignoran mutuamente. Exactamente lo que les pasará a ambos, futuro abogado y futuro médico, el día de mañana, con sus mujeres, con sus hijos, con sus compañeros de trabajo, con todos.
Más allá, un cabeza de familia gitano se sienta mirando al pasillo. No acostumbra ir en bús y le da miedo sentarse en la ventanilla; por supuesto antes muerto que admitirlo. Su bastón con empuñadura de plata, su ropa cara, han salido de las drogas. Va a casa, donde le espera la mujer, que con sus cuatro hijas está haciendo la cena. Con tres, la cuarta vive en Portugal con un marido que le pega.
Otro, un crío de apenas catorce años. Lleva un anorak negro con los hombros amarillos, la cara mal lavada, el flequillo enroscado sobre la frente y una navaja en el bolsillo. Es mucho más feliz, ahora que por fin es mayor. O consigue un trabajo medianamente decente en un taller de coches o en cinco, seis años el Notas le pegará una puñalada por verlo liarse con la Yesi, su ex-novia, a la que no perdona que no respetara su autoridad como hombre, atreviéndose a decirle "Hasta aquí hemos llegao".
Una chica joven que trabaja en el Consum porque nunca le gustó estudiar. Es curiosa, ordenada, vive con sus padres y espera conocer al novio que la trasplante a una nueva casa donde mantendrá todas sus rutinas, tendrá hijos y se pondrá vieja convencida de que es feliz.
Y aquí, el estudiante por vocación, hijo de un obrero manual que estudia porque le gusta, pero en realidad no estudia mucho y apenas va a clase porque se harta de ver una Universidad viciada por tradiciones absurdas, donde no se aprecia al estudiante y, sobre todo, donde se le trata como a un crío, donde no se le deja estudiar y crecer como a él le interese. No sabe qué va a hacer en su vida, las empresas le dan asco, la sociedad le pone enfermo y quisiera ir lejos, pero no puede. La ley y la costumbre se encargan de retenerlo en el seno de la sociedad, como debe ser. Ya ni siquiera queda mundo libre donde irse y dejarlo todo.
Y ahí vamos, en este atardecer lluvioso, entre juramentos del conductor y pitidos de otros coches. Pasen y vean la vida como no aparece en el cine de Hollywood.

24 noviembre 2005

Reflexiones en torno al dinero

Todos dominamos el concepto inmediato, cotidiano, del dinero. A todos nos parece algo inmediato, una pregunta nimia. Sin embargo, ¿qué es el dinero?

En el principio de la civilización, el hombre vivía en sociedad, y producía en sociedad. Cada uno trabajaba para recoger o fabricar cosas que eran utilizadas por su comunidad. Sin embargo, cuando la estabilización de la población neolítica llevó a la propiedad privada individual, empezaron los problemas.

Un ser humano no tiene tiempo, conocimientos ni energía suficientes como para producir todos los bienes de consumo que requiere. Por ello, desde antiguo el ser humano ha utilizado su producción como fuente de otros bienes de consumo mediante el cambio.

Siguiendo la doctrina económica marxista, una mercancía tiene dos valores: el valor de uso, o utilidad de la mercancía, y el valor de cambio, o valor socialmente aceptado de esa mercancía para su trueque. Así, el artesano que produce para sí mismo produce buscando el valor de uso de su producto, mientras que el cambista se interesa en el valor de cambio de las mercancías que produce o adquiere.

Estos conceptos llevan inmediatamente ligada la idea de equivalencia de cambio. Cada objeto tiene un coste en trabajo humano, que es lo que, en esencia, mide su importancia a la hora de ser cambiado. Cuanto más cualificado, peligroso o infrecuente sea ese trabajo, mayor aumentará su valor en trabajo "estándar" o básico. Cuanto mayor sea su valor en trabajo básico, mayor será su valor de cambio. Así, el criterio de equivalencia de cambio es en esencia el trabajo dedicado a cada una de las mercancías.

Con el tiempo, el ser humano adpta, por costumbre, una mercancía como referencia. Dicha mercancía tiende a ser un metal noble, normalmente el oro, por sus peculiaridades. Sin embargo, con el uso y la costumbre, el ser humano cae bajo la ilusión de que las mercancías tienen un valor en tanto que se pueden comparar con la referencia (el oro), mientras que la realidad, según Marx, es el oro puede ser usado como referencia porque es una mercancía más que puede ser comparada, en tanto que valor de cambio, con las demás. Así, el valor en oro no es una propiedad intrínseca de la materia, sino una ilusión humana, producto de la deficiente percepción de la relación entre el oro y las demás mercancías. El valor equivalente en oro no es sino un disfraz, una vestimenta que toma el verdadero valor de cambio, es decir, las horas de trabajo invertidas en dicha mercancía.

La moneda aparece como mecanismo de autentificación y verificación social de la estandarización de este valor de cambio. Sin embargo, en la economía mercantilista, el valor de cambio de la mercancía se sustituye, a efectos prácticos, por su precio. El precio no es sino el valor de cambio, que es tanto como decir el esfuerzo humano invertido en su producción, modificado por la multitud de circunstancias que permiten un aumento o una disminución del valor de cambio respecto del esfuerzo humano empleado, y que se debe a las diferencias de valor de uso en distintas manos de la mercancía.

En definitiva, el dinero no es sino un convenio social que aumenta una mercancía (el oro) al rango de vara universal donde comparar el valor de todas las demás mercancías, llevando aparejado un efecto distorsionador de la realidad en que, a ojos del ser humano, las cosas pasan a tener valor como una más de sus propiedades intrínsecas naturales.
Hasta el siglo XIX, estos convenios no escritos no dejaban de ser útiles, y aunque las fluctuaciones monetarias hacían mella en la economía, el Estado siempre era depositario y garante de las mercancías de referencia, fuera en forma de monedas en circulación, fuera en forma de oro almacenado por el Estado y cedido en forma de letras de cambio o billetes a los ciudadanos.

Pero, a partir de principios del siglo XX, los economistas deciden que no es necesario que exista un apoyo físico para el dinero. Así, empezando en Estados Unidos, los Estados dejan de ser garantes del valor de la mercancía dinero en circulación. El dinero sigue teniendo aún un valor, que el Estado se encarga de asegurar y verificar, pero ese valor no tiene un fondo físico. Dicho más directamente, cada Estado dice asegurar el valor de mucho más oro del que realmente deposita en sus bancos. Por ello, el Estado se desentendió, a primeros del Siglo XX, del derecho previo de todo ciudadano a cambiar sus billetes, pagarés o letras de cambio por oro del Estado, revirtiendo a su significado original. Si hoy en día todos los españoles fuéramos a cambiar nuestros euros por el oro que asegura el valor de esos euros, el Estado se colapsaría. Por ello, el Estado ya no entiende el dinero como una mercancía física en movimiento, sino como una medida de la confianza de los ciudadanos en el Estado.

Por eso, actuaciones en apariencia tan carentes de sentido como la cuasi catárquica quema masiva de billetes por parte de los anarquistas aragoneses en 1936 no es sino la quema de la confianza que el Estado, sin autorización por parte de sus ciudadanos, ha colocado en lugar de su gatrantía física de seguridad.


Disfrutad de vuestra confianza al Estado.
O, al menos, de la confianza en el Estado que vuestros bancos os permitan tener.

Un poco de poesía: Völuspá (continuación)

Viene Hrym por el este, / en alto el escudo;
se revuelve el reptil / con furor de gigante;
chapotea la sierpe / y el águila grazna,
la que muertos destroza; / Naglfar se desata.

Por el mar en el barco / vienen del este
los hijos del Múspel, / Loki al timón;
los monstruos todos / avanzan con él,
el lobo los trae, / el hermano de Býleist.

Del sur viene Surt, / con el mal de las ramas,
resplandece la espada / del dios de los muertos;
rechocan los riscos, / rebullen las brujas,
al Hel van todos, / el cielo se raja.

Llégale a Hlin / su segundo dolor
cuando Odín ya corre / a luchar con el lobo
y el que a Beli mató, / el brillante, con Surt.
¡Allá ha de caer / de Frig la alegría!

Feroz ladra Garm / ante Gnipahéllir,
va a romper la cadena, / va a soltarse la fiera;
mucho sé yo, / más lejos yo veo:
la hora fatal / de los fuertes dioses.

Acude el excelso, / el hijo de Sílfod,
al que come carroña / Vídar se enfrenta;
hasta el puño la espada / en su pecho clava
del hijo de Hvédrung; / ya a su padre vengó.

Abre su boca / el cinto del mundo,
la sierpe terrible, / arriba hasta el cielo;
con el monstruo pelea / el hijo de Odín
después que ha muerto / la gente de Vídar.

Acude el glorioso, / el hijo de Hlodyn,
a la bestia se enfrenta / el nacido de Odín;
con rabia la mata / el guardián del Mídgard;
dejarán el mundo / los hombres todos.
¡No oprobio se espera / el hijo de Fiorgyn
cuando él nueve pasos, / exhausto, se aparta!

El sol se oscurece, / se sumerge la tierra,
saltan del cielo / las claras estrellas;
furiosa humareda / las llamas levantan,
alto, hasta el cielo, / se eleva el ardor.

Feroz ladra Garm / ante Gnipahéllir,
va a romper la cadena, / va a soltarse la fiera;
mucho sé yo, / más lejos yo veo:
la hora fatal / de los fuertes dioses.

Ve ella que luego / de nuevo el mundo
resurge del mar / con perenne verdor;
bajan cascadas, / por altas cumbres
el águila vuela / y peces atrapa.

Vuelven los ases / al campo de Idi,
del lazo del mundo, / el horrible, se cuentan
y allá rememoran / los grandes sucesos,
las viejas runas / de Fimbultyr.

Allá en la hierba / después hallarán
los tableros de oro, / de gran maravilla
que tiempos atrás / su gente tenía.

Sin siembra los campos / cosechas darán,
se reparan los males, / Bálder regresa;
en paz vivirán / Balder y Hod
en prados de Hropt. / - ¿O mejor lo sabéis?

Mañana pondré el comentario que Snorri Stúrluson hace en el siglo XIII de este pasaje.

23 noviembre 2005

Un poco de poesía: Völuspá

He aquí a continuación unos fragmentos de la Völuspá ("La visión de la adivina"), primer canto del Codex Regius islandés, y que vaticina la Gotterdämerung, el ocaso de los dioses.

Surgirán entre hermanos / luchas y muertes,
cercanos parientes / discordias tendrán;
un tiempo de horrores, / de mucho adulterio,
de hachas, de espadas, / - escudos se rajan-,
de vientos, de lobos, / anuncio será
del derrumbe del mundo; / todos se matan.

Los de Mímir rebullen, / se echa la suerte,
al tiempo que suena / el Giallarhorn;
Héimdal llama, / por alto su cuerno;
la cabeza de Mímir / a Odín le canta.

El fresno Yggdrásil, / el viejo, vacila;
gime el gran árbol, / y el ogro se suelta;
tiemblan todos / por la senda del Hel,
que el pariente de Surt / luego devora.

¿Qué hay de los ases? / ¿Qué hay de los elfos?
Jotunheim resuena, / deliberan los ases;
los enanos sollozan, / los sabios del risco,
al umbral de sus rocas. / - ¿O mejor lo sabéis?

Feroz ladra Garm / ante Gnipahéllir,
va a romper la cadena, / va a soltarse la fiera;
mucho sé yo, / más lejos yo veo:
la hora fatal / de los fuertes dioses.

Mañana, más.

17 noviembre 2005

Benditos profesores

Voy a escribir aquí por primera vez, aunque ya hace unos días que le pedí a Guderian que me metiera como participante. No tengo intención de escribir mucho, por eso no me hago mi propio blog (creo que pasaría más tiempo pasando la dirección que escribiendo, y eso es muy triste).
Como primera intervención, he escogido un tema que nos toca a la mayoría muy de cerca: los profesores. Pero en concreto, voy a hablar de los profesores de la universidad, que me parecen con diferencia mucho peores que los de los institutos o colegios. Con un profesor del instituto tienes confianza (relativa), te conoces, sabe tu nombre, alguna cosilla sobre ti... Puede, incluso, que algún día demuestre cierta piedad hacia tu persona. Ocurre pocas veces, pero todos conocemos algún caso. Bien, eso no pasa jamás en la universidad. Los profesores se desentienden completamente de ti, de lo que explican en clase, del temario, de lo que has dado o dejado de dar en asignaturas previas, de lo que te preguntan en el examen, de lo que te han dicho que tienes que hacer en las prácticas, de las fechas de entrega (que sólo son para ti, por supuesto, ellos nunca tienen límite)... Pero como luego hagas algo mal, ¡es culpa tuya por completo! Y además, te echarán la bronca que ellos consideren adecuada, según su maldito estado de ánimo (y para echarte la bronca sí se toman contigo todas las confianzas que consideren necesarias, desde gritarte hasta decir tacos). Estoy harta, pero hartísima, de que los profesores paguen conmigo su mal humor, y de que yo no pueda ni medio rechistarles. ¿Es que acaso son perfectos? Antes de entrar a la universidad, nunca me había sentido estúpida en clase, pero ahora llevo 4 años pensando que igual soy tonta y todavía no me he dado cuenta, y todo por su incompetencia y vagancia (que abunda desgraciadamente más que la brillantez y la seriedad). En fin, una lástima. Espero que no os encontréis con ninguno así (aunque lo dudo).

14 noviembre 2005

Identidad nacional o el miedo como patrón cultural [Despedida y cierre]

Y, en fin, que bastante hemos tenido ya en tres decenas de siglos de guerras por razas, religiones, culturas y lenguas como para hoy en día, ahora que parece que por fin la cultura no tiene fronteras y el mundo camina hacia el entendimiento, sigamos dale que dale con el límite del pueblo de uno y pegando pedradas al del pueblo de al lado.

Bendito sea aquél que cuando mira a su vecino no ve sino a otra persona.

13 noviembre 2005

Identidad nacional o el miedo como patrón cultural [Parte II]

Lo más interesante de las identidades nacionales es su afán absurdo por autojustificarse. Cuando uno observa a un pueblo que pugna por la independencia, esta autojustificación llega a extremos de patetismo y agudeza fascinantes.

Por un lado tenemos la autojustificación histórica. Gracias a las plumas de encendidos pronacionalistas, hoy sabemos que en la historia de Europa hay muchos más reinos, ducados y condados independientes, muchos de ellos coexistentes con otros exactamente iguales, pero de distinto origen. Esto se aplica también a himnos, banderas, costumbres y lenguas. Muchos de los residentes en los proclamados Països Catalans asegurarán sin dudar que la así llamada senyera, el cautribarrado blasón de las barras aragonesas, fue creado por Guifreu el Pilós en cierta batalla contra los francos con la sangre de sus heridos sobre su bandera amarilla. De nada sirve que el tal Guifreu fuera un noble visigótico de raíces occitanas, que la tal bandera amarilla no existiera, y que para colmo de absurdo (¡!) el tal Pilós ni siquiera hubiera nacido para cuando la batalla a la que se atribuye la cuatribarrada. Sin embargo, todos dirán que esa bandera es y ha sido siempre catalana, y dirán que la teoría ampliamente documentada de que esos símbolos (que no son sino los sellos de los Correos papales medievales) fueran adoptados por el Rey de Aragón y Navarra Alfonso I el Batallador para recordar el apoyo papal a su empresa de conquistar Zaragoza es un invento del nacionalismo aragonés, o incluso del españolismo. Porque si absurdo es criticar la invención de símbolos en otro nacionalismo, pretender que la exaltación de las señas de identidad de otro territorio potencialmente subyugado pueda beneficiar al subyugador es directamente grotesco.

Por otro, la del odio y la ideología. Como la tan cacareada diatriba de Cambó, con su broche "Si nosotros somos separatistas, vosotros sois separadores", o los intentos de limpiado de conciencia de las juventudes radicales vascas al grito de "Malditos seáis vosotros que nos obligáis a odiaros" en camisetas y pasquines. Estos intentos de justificación recuerdan mucho a los niños que, descubiertos en falta, comienzan siempre su primera frase con un "Es que..."

11 noviembre 2005

Identidad nacional o el miedo como patrón cultural [Parte I]

Ahora que parece que vuelve a estar tan de moda esto de proclamar naciones a los pueblos, quisiera escribir brevemente sobre la identidad nacional.
Éste es un concepto realmente curioso. Se entiende por identidad, según la Real Academia (que esto es otro tema para hablar, existen muchas de Reales Academias en este país, de muy diversas ramas del saber; no obstante, la de la Lengua es la Real Academia, a secas, porque obviamente para la intelligentsia pedante de este país la Lengua es incuestionablemente lo primero), lo siguiente:

2. f. Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás.

Y yo me pregunto, ¿qué caracteriza a un pueblo frente a otro?
¿Tienen los galeses más piernas que los ingleses? ¿Ven los catalanes mejor que los aragoneses? ¿Quizá los polacos tengan visión de rayos X, al contrario que los alemanes de Silesia?
Ya está el hombre este diciendo tonterías, reduciendo todo al absurdo, como este.
No. La bioquímica me da la razón. Genéticamente, las diferencias entre las razas humanas son inferiores a las diferencias entre las judías verdes de mi pueblo y las que se plantan en Marruecos. Tenemos una carga genética con muchísima menos variedad que la mayoría de las especies. De hecho, nuestra carga genética es poco mayor que la de otros primates.
Siempre, por supuesto, se puede hablar de planteamientos menos físicos. O, para ser más precisos, menos directamente observables. Como la psicología.
Por suerte, ya hace algunas décadas que se dejaron de lado por parte del grueso (del grueso mentalmente sano, me atrevería a decir) de la comunidad psicológica las creencias cuasiatávicas de distinciones netamente raciales. Hoy se sabe, por suerte, que la idiosincracia psicológica de un pueblo no es sino efecto de su condicionamiento social, y que un foráneo en esas mismas condiciones será mentalmente un nativo.
Derechos históricos, me parece oir. Ja. Derechos históricos. Si por derechos históricos y culturales fuera, la Alemania nazi tenía legítimo derecho a exigir Austria, los Sudetes, Luxemburgo, Alsacia, Lorena, Holstein, Bohemia, Moravia, el corredor polaco, Stettin oriental, Danzig, Memel y Silesia oriental. Y pobre de aquel filofascistoide que se le ocurriera contradecir eso, ¡por Dios! Cuando es obvio que Euskal Herria vive bajo la tremebunda presión de los Estados español y francés. Es obvio que Euskal Herria es un pueblo oprimido y agredido por ellos.
Esa es otra constante muy curiosa. Ellos. Siempre son Ellos. "Ellos nos obligan a odiarlos". "Ellos quieren echarnos de nuestras casas". "Ellos han hundido nuestra economía". "Ellos corrompen nuestra sociedad". No es desintencionado ese anonimato, esa difuminación del otro. Si un catalán va a Aragón y ve que tenemos diez siglos de historia común, lazos lingüísticos y culturales fuertes, una fisionomía semejante, tremendos parecidos socioeconómicos, etc., le será difícil odiar a España y los españoles. Sin embargo, si son Ellos, los de siempre, los que nos odian, los que quieren que desaparezcamos, los que nos oprimen, los que nos persiguen, los que nos asesinan, los que nos detienen, la cosa cambia.
Recuerdo un cartel alemán de propaganda en Francia en 1944. Aparecía en el un soldado alemán acunando a una niña francesa, mientras su madre miraba enternecida la escena desde detrás de la silla. A lo lejos, se veía la masa informe y gris, ruidosa y letal, de los Aliados. Frente a Ellos, frente a ese impersonal amasijo de máquinas de matar, el soldado alemán, cercano, familiar, con rasgos que destilan cuidadosamente su personalidad, es bueno. Porque sea malo o no, al menos es conocido, es uno. Es imposible odiar a un soldado alemán en concreto sin sentirse mal por ello: ¿qué le ha hecho un simple soldado al ciudadano francés medio? Nada. Sin embargo, Ellos tienen la culpa de todo.

10 noviembre 2005

Columns!

Hoy he redescubierto un juego que no recordaba activamente: Columns. Esta maravilla para MegaDrive me ha traído decenas de recuerdos de tardes de consola con los amigos del colegio, olores de cuartos cerrados, tardes de sol abrasador con las persianas bajadas y, en fin, un sinnúmero de buenas y bonitas sensaciones. Espero que os divirtáis jugando.

08 noviembre 2005

¡Prejuicios!

Quiero comentar una pequeña anécdota que ocurrió hace un par de días en un foro a mi bienamada conciudadana blogera Leithient.
Fue en el contexto de una discusión sobre la impartición de clases de valenciano en las clases de Bachillerato. Leithient afirmó que no le interesaba el valenciano y le parecía mal que se la obligase a estudiarlo. Sin otra afirmación mediante, su interlocutor lanzó la genial sentencia:
- Supongo que serás de ciencias...
Para alguien que, por el momento, va hacia letras puras, supongo que será todo un honor que se le considere una futura científica intransigente y mojigata.
Por supuesto me imagino que el alumbrado letrado que dijo eso será el primero en quejarse de que a la gente de humanidades se la trata con desprecio, se considera que es incapaz de estudiar por ciencias, se la considera anumérica y demás tópicos que por desgracia siguen muy extendidos.

He de confesar que soy científico, pero me estoy quitando.

07 noviembre 2005

Delicada perfección

Una de las reflexiones que me acosan a menudo es lo maravilloso que es este nuestro mundo material. Nosotros, en particular, somos apenas un montón de diversas porquerías más o menos disueltas en agua; sin embargo, funcionamos con una perfección increíble.

Me resulta extremadamente difícil explicar por qué todo es tan maravillosamente perfecto, ya que eso requeriría transmitir multitud de ideas, conocimientos, sensaciones y percepciones, algo que me temo queda más allá de mis posibles. No obstante, me gustaría proponeros un pequeño juego.

La leche es uno de los medios, una de las mezclas, más increíblemente maravillosas de nuestro entorno bioquímico. Su composición es perfecta para su función, y resulta fascinante cómo hemos llegado a desarrollar tan óptimo fluído. Sin embargo, esa perfección es tremendamente delicada, y quizá ahí mismo esté parte de su embrujo.
Coged un vaso, preferentemente de tubo u otro que tenga mucha superficie y poco volumen, y colocad uno o dos dedos de leche en él. A continuación, rellenad hasta la mitad del vaso con agua. A continuación coged vinagre, y con ayuda de un cuentagotas o una jeringa (si es posible) dejad caer unas gotas de vinagre, una a una, agitando un poquito la leche. Cuando veáis que empieza a tomar textura nivosa, echad una o dos gotas más y dejadlo reposar unos minutos.
Y pensar que algo tan importante y tan útil es a la vez tan delicado y tan frágil.

P.S.: pensaba poner fotos, pero me he dado cuenta de que es mucho más satisfactorio hacerlo uno mismo.

04 noviembre 2005

La intocabilidad del oscurantismo

Últimamente estoy preocupándome. Sé que esto que voy a decir suena muy positivista y muy cientifista, y en realidad no pienso así, pero es necesario usar estos términos como terapia de choque.

Estamos asistiendo a una ofensiva general del oscurantismo. Las supersticiones, supercherías, fes y devociones están volviendo a ganar terreno; volvemos a estar como ya hacía muchas décadas que no estábamos (salvo en España, que con Paco ya tuvimos lo nuestro).

¿Y a qué viene todo esto?
Pues viene a que me acordé el otro día, cuando estaba rascándome la tripa por la mañana y viendo la tele, y en no se qué programa matinal aparecía una señora invitada (una telespectadora corriente y moliente) que preparaba ante las cámaras un plato valenciano. La condición previa para poder asistir a tal programa era enviar una carta detallando un truco de cocina. El programa, pensaría uno, lee esos trucos y escoge los mejores, invitando a sus autores al programa.
El truco de la señora versaba sobre evitar el olor a quemado de los guisos. Por ejemplo, las lentejas. La explicación era más o menos como sigue:
"Si se están quemando las lentejas, coges la olla, sacas con una cuchara las más quemadas, las pones en la encimera, colocas encima la olla y le giras la olla como haciendo un pil-pil. Y el olor y el sabor a quemado desaparecen"
Tras el shock que me produjo ver tamaño disparate, casi muero cuando la presentadora elogió el truco y prometió usarlo.

Pero, ¿quién puede pensar a estas alturas en tales supersticiones? ¿Qué entidades mágicas eliminan por arte de birlibirloque el sabor y el olor a quemado de nuestras lentejas si les hacemos un ritual digno de las tribus aymara? ¿Pensará esa señora que las embarazadas cortan la mayonesa? Y lo que es mucho más preocupante, ¿lo pensarán también los miembros de la plantilla del programa que eligieron ese absurdo y ostracista truco como bueno?

Entre teorías de Diseño Inteligente, respetos por el hecho religioso y devociones ciegas a la Virgen de Lourdes que cura las enfermedades, tenemos a la pobre Razón al borde del suicidio.

03 noviembre 2005

Culturilla general: la quinina

Una de las moléculas más importantes para el ser humano es la quinina.


Este alcaloide* tiene una gran importancia histórica. Tradicionalmente extraído del arbol de la quina (de ahí su nombre) por los incas, los jesuítas trabaron conocimiento de sus propiedades terapéuticas en el siglo XVII. Es el mejor medicamento que se conoce contra la malaria; no obstante, hay controversia respecto a la fecha de descubrimiento de tales propiedades, pues la malaria no existía en América hasta la colonización. Sea como fuere, los jesuítas extraían de la corteza del árbol de la quina un polvo, incluyendo entre otras cosas quinina, que se administraba como preventivo del desarrollo de la malaria.
La quinina fue aislada en 1820 por los franceses Pierre Joseph Pelletier y Joseph Caventou. A partir de 1850 se emplea como medicamento, ahora ya aislado y purificado, a gran escala, en forma de aguas tónicas terapéuticas y más tarde también comerciales. Aún hoy, las tónicas consumidas como refresco tienen cantidades de quinina en torno a la quinta parte de su equivalente médico. Se dice también que, al ser la malaria una enfermedad endémica de la India, su consumo por parte del ejército británico destacado en la India era obligatorio, y que para aliviar un poco su mal sabor a alguien se le ocurrió mezclarlo con ginebra. Excelente idea, pues la quinina realza admirablemente el sabor de la ginebra, hasta tal extremo que el gin-tonic sigue siendo una de las combinaciones más consumidas del mundo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la práctica totalidad de la producción mundial de corteza de quina provenía de la isla holandesa de Java. Cuando ésta cayó en manos japonesas, el flujo de quinina a Europa y América se cortó, y como consecuencia de ello, por ejemplo, hubo más muertos británicos en Birmania por culpa de la malaria que por culpa de los japoneses. Dada la complejidad química de la quinina, aún hoy no se conoce un método eficaz de preparación sintética a gran escala, y por ello durante la guerra se ensayaron diversas moléculas más sencillas que conservaran sus propiedades terapéuticas: hasta 30 000 moléculas distintas, nada más y nada menos, derivadas de la quinolina (uno de sus precursores**).
En grandes cantidades, la quinina es abortiva y tóxica, produciendo quinismo, con síntomas como vómitos, diarrea, confusión, pérdida de equilibrio y oído y sudor permanente; no obstante, que nadie se alarme, es cuasi imposible conseguir esos síntomas con tónicas de refresco.
Un dato curioso: la quinina presenta fluorescencia***, como se observa en esta imagen de una tónica comercial.

* Alcaloide: molécula orgánica, cíclica, de origen natural, con algún carbono del ciclo sustituído por nitrógeno
** Precursor: molécula más sencilla que sirve como punto de partida para sintetizar otra mediante procesos químicos
*** Fluorescencia: fenómeno consistente en la emisión de una radiación electromagnética inducida por la absorción de otra radiación más energética, con pérdida de energía

02 noviembre 2005

Donec eris felix, multos numerabis amicos

Me gustaría hablar de un tema muy trillado, que se ha convertido en lugar común en las reflexiones de los ciudadanos de a pie, pero que no por ello deja de ser cierto: los amigos.

Porque, ¿qué es un amigo?
Hay quien dirá que el amigo es alguien con quien te lo pasas bien y con quien tienes mucha confianza. La gente que da esta respuesta suele no tener ningún buen amigo, y sólo muchos conocidos, a los que cómodamente, y quizá por aquello de las protestas del subconsciente, etiqueta como amigos. Amigos que probablemente no consideren recíproca esa relación. Amigos que, quizá incluso, deesprecien íntimamente a quien con tanta generosidad los trata de amigos. Tampoco es algo tan censurable, al fin y al cabo, pues la gente que tiene cientos de amigos y ninguno de verdad suele estar sencillamente cosechando lo que siembra con su carácter.
También se puede definir al amigo como alguien que ha compartido mucho tiempo contigo, alguien con quien compartes buenos y malos recuerdos. En parte es lógico, pero, ¿entonces un amigo lo es para siempre? ¿Puedes trabar amistad con alguien en muy poco tiempo? En una sociedad en que la gente cambia de forma de ser como de camisa, esta definición me parece realmente ingenua.
Otros dirán que un amigo es quien está ahí en los buenos y malos momentos. Esta definición ya me gusta más; implica confianza, duración, y seguramente también generosidad por parte del amigo. No obstante, somos máquinas complejas, y mil y una causas pueden hacerte ofrecer tu hombro a alguien, desde el interés al nietzscheano pecado de la compasión, fría y cruel, que en realidad supone un profundo desprecio por el compadecido en tanto que asume nuestra superioridad sobre él. Quien de verdad ama al género humano nunca se compadecerá de él, pues nunca lo tratará con paternalismo, dicen los vitalistas.
Todas estas definiciones son positivas, un amigo es el que hace cosas buenas por nosotros, etc.
Bien, disiento. El verdadero amigo no es el que se porta bien con nosotros, sino el que se porta mal consigo mismo por nosotros. Hoy día está santificado el carpe diem, el disfrutar como sea y donde sea. Es una forma de entender la vida que, si bien me parece totalmente preferible a la exaltación del dolor y la muerte de la moral judeocristiana, me parece maquillar toda una parte de la realidad. Desde este humilde púlpito proclamo el reconocimiento de la amistad como la automutilación consciente por el otro, como el sacrificio de uno por sus semejantes. Hacer el bien no es doloroso, no es insatisfactorio, no supone ningún esfuerzo. Es remansarse en la parte apastelada de la realidad y no querer salir de ella. Sin embargo, en esta vida hay ocasiones en las que es necesario sufrir, en las que es necesario perder oportunidades. Bendito aquél que tenga un amigo que no le regale algo cuando tenga dinero de sobra, sino que se lo regale cuando no tenga dinero; que comparta su tiempo con él cuando lo esté pasando mal, no cuando lo esté pasando bien; que lo vele en su ausencia y prescinda de placeres que el otro no pueda disfrutar, no que se divierta cuanto pueda con o sin nadie de su entorno. Si tenéis un amigo de esas características, enhorabuena. Si tenéis más de uno, sois extremdadamente privilegiados. SI no tenéis ninguno, bienvenidos a la sociedad que nos ha tocado vivir.

Tempora si fuerint nubila, solus eris.