31 mayo 2006

Siempre con la misma historia

Pasa el tiempo y seguimos igual.
El pasado 24 de mayo, el jurado del Premio Príncipe de Asturias de Investigación falló a favor de Juan Ignacio Cirac. Casi nada. El ganador más joven hasta la fecha, es uno de los principales pioneros a nivel mundial en el campo de la computación cuántica. A sus cuarenta años es ya director del departamento de Óptica Cuántica en el Instituto Max Planck. Que se dice pronto.
¿Repercusión en la prensa? Escasísima. Ya de por sí es triste que la mayoría de los lectores, y con esto no cuestiono la calidad o cantidad de sus conocimientos e intereses sino el sistema educativo del que todos hemos mamado, no pudieran dar más que una explicación tremendamente rudimentaria de qué es la física cuántica o la computación cuántica, pero es que la mayoría de diarios nacionales le han dedicado apenas una reseña a la noticia. El País le dedica una corta entrevista en su sección de Sociedad (¿?), mientras que el también Príncipe de Asturias, éste de las Artes, Pedro Almodóvar tuvo una media página de Cultura (este sí) para anunciar a bombo y platillo su candidatura al premio, y un especial de TRES PÁGINAS (también de Cultura, claro) cuando ganó.

Y luego nos quejaremos de la fuga de cerebros.

15 mayo 2006

Aquel verano de 2006

Esta entrada va a tener un carácter inusualmente personal. Me apetece.

Quizá, en el futuro, piense en este verano y lo recuerde como aquel verano de 2006.
Tengo 20 años. Una cifra redonda. Un buen punto de inflexión. Probablemente este verano cambien bastantes cosas en mi vida.

Para empezar, es probable que el año que viene me independice, me vaya a estudiar fuera y me vaya a vivir con mi novia, todo de vez. Si todo va bien, el año que viene estaré en la deslumbrante Sevilla. Tengo ganas de ir: hay gente muy interesante que me espera allí, nunca he estado por aquella zona, y me apetece vivir en mi propio chamizo.
Por otro lado, he decidido involucrarme más activamente en la carrera. La ciencia es mi vida, y hace años que lo sé. Es hora de que me dedique a ella a tiempo completo, de una vez por todas. Si me voy a Sevilla, por descontado, no tendré tiempo para mucho más que estudiar. Si trabajo, tengo que sacarme toda el curso a la primera, y estoy en una ciudad extraña, no me apetecerá mucho más que estudiar y salir de vez en cuando por ahí. En quinto quiero hacer un buen TAD, un proyecto predoctoral que compone la mayor parte del quinto curso de mi carrera, y quizá, si puedo compatibilizarlo, conseguir una Beca de Colaboración para trabajar (con remuneración) en los proyectos de investigación del departamento de Química Física de la Universidad de Zaragoza.
Si no voy a Sevilla, o incluso si voy, intentaré por otra parte sacar adelante un proyecto, un fanzine de humor, con algunos compañeros de Facultad. Aunque será difícil y probablemente no lleguemos a salir a la luz, el proyecto me ilusiona bastante, sobre todo ahora que he decidido que la revista de la Facultad no es un buen lugar para escribir: está demasiado cohibida, demasiado encajonada en el entramado institucional de la Facultad. También me gustaría publicar algún juego de tablero, que encontrar una editorial dispuesta a ello es menos difícil de lo que parece.
Por último, me gustaría empezar a estudiar Inglés en enseñanza oficial, y seguir con el Alemán. No es fácil encontrar trabajo en ningún sitio sin idiomas, y menos en un ámbito científico o técnico, y desde luego si quiero ir a trabajar fuera en el futuro lo necesito.

Sirva esto como testimonio escrito de mis planes de futuro. A ver si dentro de un año puedo volver a leer esto y estar satisfecho con el resultado.

13 mayo 2006

Mission Hill

Hace poco el futuro muchimillonario dibujante de cómics y saxofonista punk Juan Viu, con quien tengo el placer de compartir sección de humor en la revista de la Facultad, me habló de una serie interesante. Creo que la programan en Cuatro, pero dado que mi tiempo libre es prácticamente nulo no puedo verla cuando la dan.

La serie en cuestión es Mission Hill. Narra las andanzas de Kevin French, un joven modélico, excelente estudiante, geek hasta la médula y niño repelente en general que va a vivir con su hermano Andy, un joven bastante bala perdida que se fue a la ciudad a dibujar comics y de momento sobrevive vendiendo camas de agua. El reparto lo completan los compañeros de piso de ambos, una neohippy que vive en un universo new age paralelo y un joven gafapastoide que es él mismo un resumen de la cultura pop de los noventa, y sus vecinos Gus y Wally, pareja de hecho.

El dibujo es moderno, de grandes superficies planas y líneas muy marcadas. Los guiones son bastante maduros, con un sentido del humor irónico y aguzado. Es muy raro que caiga en el chiste fácil. Algunos pasajes me parecen especialmente deliciosos, y en general creo que mantiene muy bien el ritmo cómico. Mucha sátira de los tópicos en dibujos animados.



Detrás de la serie están las manos de Bill Oakley y Josh Weinstein (The Simpsons, Futurama). Desafortunadamente, Warner Brothers canceló el proyecto al terminar la primera temporada, por lo que sólo tenemos trece episodios de esta envidiable sátira para disfrutar, aunque Bill y Josh tienen otra temporada parcialmente preparada y están buscando quien la produzca.


Os invito a que la veáis y espero que os guste tanto como a mí.

04 mayo 2006

¿A qué sabe el horizonte?

Un tema que siempre me ha interesado sobremanera es la curiosidad humana. Creo que una de las fuerzas motrices de la humanidad es la curiosidad: el interés por entender el mundo que le rodea. Alguna vez he pensado sobre cuál es el fin o la causa de esta curiosidad, y aunque nunca terminaré por aclararme, creo que la curiosidad es una herramienta del ser humano para generar un microcosmos donde ser feliz. El conocimiento conlleva comprensión, y la comprensión es un prerrequisito para el control. El ser humano busca controlar la porción de la realidad que le rodea, para sentirse artificialmente seguro. Pero, más allá incluso de la seguridad, creo que deseamos manipular el mundo para fingirnos a nosotros mismos que tenemos poder. Por eso muchos recurrimos también de forma casi obsesiva a proyectar una imagen de confianza en nosotros mismos, para hacer creer al mundo y, sobre todo, creer nosotros mismos que podemos afrontar cualquier situación con relativa solvencia. Por eso guardamos tan celosamente nuestras debilidades, como si por encubrirlas existieran menos.
La sociedad primitiva cubre esta necesidad con el mito. Los mitos son originariamente explicaciones a la medida humana, simplificaciones cotidianas de la observación experimental, algo así como parches sencillos para descosidos complicados. Como explicación, el mito es apenas suficiente. Protege al ser humano del miedo a lo inexplicado, pero no le otorga ningún poder sobre su entorno. Con el tiempo, el entramado mítico terminará bifurcándose. Por un lado tendremos a la religión, que aparte de sus dimensiones sociológicas de herramienta de represión y control social y homogeneización cultural, presenta un avance en la interactividad con el ser humano: ahora, el seguidor de la religión también puede usarla en su provecho. En el estadio mítico, las cosas son así porque criaturas atávicas las hicieron así. En la religión, el dios está ahí, vivo, y puede influir en el mundo en provecho de sus fieles. El creyente "compra" con ritos y sacrificios la buena voluntad del ente: en definitiva, compra un pedacito de poder sobre la realidad.
La otra gran rama derivada del mito es la filosofía. Ésta busca dar explicación a una realidad oscura a partir de enunciados generales. Se trata del primer intento de dar explicaciones universales a los fenómenos, y es un prodigio de la condición humana que hayamos sido capaces de desarrollar todo el árbol filosófico tal y como lo concebimos ahora. La filosofía es una disciplina eminentemente deductiva: el filósofo propone axiomas que, una vez aceptados, permiten obtener, mediante leyes lógicas más o menos universales, diversas explicaciones. El gran problema, y la gran bendición, de la filosofía, es que este modelo no es único: como ejemplo claro está el edificio matemático, que aunque tradicionalmente se haya considerado una ciencia, comparte estructura formal, métodos y objetivos con la filosofía pura y dura; cualquier cambio en los convenios de partida alteraría la estructura de las matemáticas hasta el infinito. Dependiendo del conjunto axiomático de partida, la explicación se ajustará más o menos a la realidad, pero en defintiva nunca podrá ser satisfactoria del todo; la historia de la filosofía no deja de ser una permanente guerra civil entre cuatro o cinco posturas elementales, que se corrigen a sí mismas permanentemente buscando dar una mejor explicación a lo que el hombre ve a su alrededor. Por esto, la filosofía sólo muestra todo su esplendor cuando vamos a los campos en los que el hombre es [por el momento] incapaz de hollar con pie firme. La filosofía permite reducir la exuberante riqueza y complejidad del mundo a conclusiones predecibles e infalibles surgidas de simples principios de partida. Otorga, pues, al ser humano la capacidad de reducir el mundo a una escala humana.
Aunque habrá serias reticencias, fundamentalmente motivadas por los escarceos entre filosofía y religión, finalmente el ser humano decidirá que la filosofía no es satisfactoria para todos los aspectos de la realidad. Surgirá así la tercera gran herramienta del hombre para explicarse a sí mismo el mundo, que no es otra cosa que la superación inductiva de la filosofía: la ciencia. La ciencia es el intento del ser humano por controlar la Naturaleza no pidiendo a otros que lo hagan por él, como la religión, ni adaptando la Naturaleza al pensamiento, como la filosofía, sino jugando con las mismas reglas que ella. Consiste, ni más ni menos, en mirar atentamente cómo el mundo sigue su curso hasta ser capaces de ganarle en su propio terreno. La visión social de la ciencia tiende a ser mero humo de colores: matemáticas complicadas, grandes esfuerzos mentales, modelos complejos e intratables. Nada de eso. La ciencia es sentido común. El Universo es extremadamente complejo, y el detalle en que podemos concerlo en ridículo. No, la ciencia no es más que sintonizar con cómo funcionan en general las cosas: el mínimo esfuerzo, la explicación más sencilla, el resultado más probable, el estado más perdurable. Y ya está.
Disfrutad de este juguete que nos dio Prometeo.

Al tercer día...

Durante un tiempo he pensado en cómo utilizar este blog.
Por un tiempo pensé en clausurarlo o abandonarlo. Me daba pena, así que preferí mantenerlo, y dedicarlo exclusivamente a colgar textos de divulgación científica y otras noticias del ramo. Pero no me termina de convencer, así que voy a volver a escribir pequeñas reflexiones. Serán igual de poco profundas y poco trabajadas que las anteriores, o menos aún si cabe, pero espero que resulten interesantes para alguien.
Un saludo a quien me lea.