06 diciembre 2005

Kampfgruppe

El Feldwebel Becker desenfundó su Walter P38 y se volvió hacia sus hombres:
- No dejéis vivo a uno solo de esos cerdos.
Detrás de él, los pocos veteranos de la sección fumaban tranquilamente; sabían que todo iría bien si conservaban la calma. Revisaban sus subfusiles, comprobaban las tapas de sus cartucheras. Apuraban sus cigarrillos. En unos minutos volverían, una vez más, a jugarse la piel, saltando a unas trincheras donde unos sorprendidos reclutas rusos apenas tendrían una oportunidad.
Sin embargo, los reemplazos no pensaban lo mismo. La mayoría tenía menos de 18 años o más de 40. Al principio no habían sido movilizados por ser demasiado jóvenes o poco aptos para la vida castrense, pero a estas alturas de la guerra el Reich necesitaba de todo brazo capaz de empuñar un arma.
A la hora convenida, la sección de morteros del regimiento comenzó la operación de ablandamiento de las posiciones rusas. Durante quince minutos exactos, los tubos de los Granatwerfer alemanes resonaron cíclicamente, obligando a los rusos a mantenerse en el fondo de las trincheras. Cuando la última salva aún volaba por el aire, a una señal de silbato, los alemanes saltaron de sus pozos de tirador y cruzaron a la carrera la estrechísima tierra de nadie, encontrando a los rusos aún pegados al suelo.
Fue una carnicería. Los primeros diez hombres pasaron como un huracán, repartiendo golpes de pala igual que ráfagas de subfusil o chorros de lanzallamas. Los rusos, presas del pánico, corrían en todas las direcciones, no atinaban a disparar hacia los alemanes. Alguno levantó las manos; los veteranos, enfurecidos, adiestrados para matar sin pensar, los tumbaron de un par de balazos.

El coronel ruso al mando de la zona dio un par de órdenes, y se preparó el contraataque. Los rusos esperaban cortar la retirada a los alemanes con fuego cruzado de ametralladoras, y una compañía de choque de siberianos atraparía al grupo de asalto alemán en la misma trampa en que ellos habían capturado a los rusos hacía unos minutos.

El teniente Kamániev desenfundó su Tula-Tokareva 33 y se volvió hacia sus hombres:
- No dejéis vivo a uno solo de esos cerdos.
Detrás de él, los pocos veteranos de la sección fumaban tranquilamente; sabían que todo iría bien si conservaban la calma.

2 Divagaciones:

Anonymous Anónimo divagó...

Es extraño lo que se siente al pensar que en cualquier lado de una guerra, internamente se está viviendo lo mismo.
Me hacen mucha "gracia" los grupos estos que pretenden infundar un odio visceral hacia el enemigo, me recuerda a la entrada que pusiste hablando sobre el tema de "los ellos" que siempre lo hacían todo mal, siempre era culpa de "ellos" y no había más que hablar.

17:25  
Blogger Oriana divagó...

Bastaba con que hubieras puesto el primer y el último párrafo xDD.

17:01  

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