23 septiembre 2006
Dado que mi acceso a internet se va a ver bastante reducido, creo que no voy a tener tiempo (ni probablemente ganas) para escribir aquí. Si algún día se me ocurre algo, lo pondré, pero no es algo muy seguro. Gracias por leerme.
25 junio 2006
Agradecimientos
A todos aquellos que te utilizan.
A todos aquellos que te menosprecian.
A todos aquellos que se sienten superiores y además no dudan en demostrarlo.
A todos aquellos que juzgan lo que les da la gana.
A todos aquellos que son más superficiales que los charcos.
A todos aquellos que en su inmadurez se sienten totalmente plenos.
A todos aquellos que tratan de ponerte piedras en el camino.
A todos aquellos que son egoístas.
A todos aquellos que no conocen siquiera la existencia de opiniones distintas a la suya.
A todos aquellos que no saben que se puede ser sincero.
A todos aquellos que no dudan en ser rastreros.
A todos aquellos que no saben ni el abecedario de los sentimientos.
A todos aquellos que no se molestan en entender en lo más mínimo lo que les rodea.
A todos aquellos que no han oído nunca la palabra educación.
A todos ellos, mi más sincero agradecimiento.
Y los demás, espero que sigáis estando a mi lado como hasta ahora.
A todos aquellos que te menosprecian.
A todos aquellos que se sienten superiores y además no dudan en demostrarlo.
A todos aquellos que juzgan lo que les da la gana.
A todos aquellos que son más superficiales que los charcos.
A todos aquellos que en su inmadurez se sienten totalmente plenos.
A todos aquellos que tratan de ponerte piedras en el camino.
A todos aquellos que son egoístas.
A todos aquellos que no conocen siquiera la existencia de opiniones distintas a la suya.
A todos aquellos que no saben que se puede ser sincero.
A todos aquellos que no dudan en ser rastreros.
A todos aquellos que no saben ni el abecedario de los sentimientos.
A todos aquellos que no se molestan en entender en lo más mínimo lo que les rodea.
A todos aquellos que no han oído nunca la palabra educación.
A todos ellos, mi más sincero agradecimiento.
Y los demás, espero que sigáis estando a mi lado como hasta ahora.
31 mayo 2006
Siempre con la misma historia
Pasa el tiempo y seguimos igual.
El pasado 24 de mayo, el jurado del Premio Príncipe de Asturias de Investigación falló a favor de Juan Ignacio Cirac. Casi nada. El ganador más joven hasta la fecha, es uno de los principales pioneros a nivel mundial en el campo de la computación cuántica. A sus cuarenta años es ya director del departamento de Óptica Cuántica en el Instituto Max Planck. Que se dice pronto.
¿Repercusión en la prensa? Escasísima. Ya de por sí es triste que la mayoría de los lectores, y con esto no cuestiono la calidad o cantidad de sus conocimientos e intereses sino el sistema educativo del que todos hemos mamado, no pudieran dar más que una explicación tremendamente rudimentaria de qué es la física cuántica o la computación cuántica, pero es que la mayoría de diarios nacionales le han dedicado apenas una reseña a la noticia. El País le dedica una corta entrevista en su sección de Sociedad (¿?), mientras que el también Príncipe de Asturias, éste de las Artes, Pedro Almodóvar tuvo una media página de Cultura (este sí) para anunciar a bombo y platillo su candidatura al premio, y un especial de TRES PÁGINAS (también de Cultura, claro) cuando ganó.
Y luego nos quejaremos de la fuga de cerebros.
El pasado 24 de mayo, el jurado del Premio Príncipe de Asturias de Investigación falló a favor de Juan Ignacio Cirac. Casi nada. El ganador más joven hasta la fecha, es uno de los principales pioneros a nivel mundial en el campo de la computación cuántica. A sus cuarenta años es ya director del departamento de Óptica Cuántica en el Instituto Max Planck. Que se dice pronto.
¿Repercusión en la prensa? Escasísima. Ya de por sí es triste que la mayoría de los lectores, y con esto no cuestiono la calidad o cantidad de sus conocimientos e intereses sino el sistema educativo del que todos hemos mamado, no pudieran dar más que una explicación tremendamente rudimentaria de qué es la física cuántica o la computación cuántica, pero es que la mayoría de diarios nacionales le han dedicado apenas una reseña a la noticia. El País le dedica una corta entrevista en su sección de Sociedad (¿?), mientras que el también Príncipe de Asturias, éste de las Artes, Pedro Almodóvar tuvo una media página de Cultura (este sí) para anunciar a bombo y platillo su candidatura al premio, y un especial de TRES PÁGINAS (también de Cultura, claro) cuando ganó.
Y luego nos quejaremos de la fuga de cerebros.
15 mayo 2006
Aquel verano de 2006
Esta entrada va a tener un carácter inusualmente personal. Me apetece.
Quizá, en el futuro, piense en este verano y lo recuerde como aquel verano de 2006.
Tengo 20 años. Una cifra redonda. Un buen punto de inflexión. Probablemente este verano cambien bastantes cosas en mi vida.
Para empezar, es probable que el año que viene me independice, me vaya a estudiar fuera y me vaya a vivir con mi novia, todo de vez. Si todo va bien, el año que viene estaré en la deslumbrante Sevilla. Tengo ganas de ir: hay gente muy interesante que me espera allí, nunca he estado por aquella zona, y me apetece vivir en mi propio chamizo.
Por otro lado, he decidido involucrarme más activamente en la carrera. La ciencia es mi vida, y hace años que lo sé. Es hora de que me dedique a ella a tiempo completo, de una vez por todas. Si me voy a Sevilla, por descontado, no tendré tiempo para mucho más que estudiar. Si trabajo, tengo que sacarme toda el curso a la primera, y estoy en una ciudad extraña, no me apetecerá mucho más que estudiar y salir de vez en cuando por ahí. En quinto quiero hacer un buen TAD, un proyecto predoctoral que compone la mayor parte del quinto curso de mi carrera, y quizá, si puedo compatibilizarlo, conseguir una Beca de Colaboración para trabajar (con remuneración) en los proyectos de investigación del departamento de Química Física de la Universidad de Zaragoza.
Si no voy a Sevilla, o incluso si voy, intentaré por otra parte sacar adelante un proyecto, un fanzine de humor, con algunos compañeros de Facultad. Aunque será difícil y probablemente no lleguemos a salir a la luz, el proyecto me ilusiona bastante, sobre todo ahora que he decidido que la revista de la Facultad no es un buen lugar para escribir: está demasiado cohibida, demasiado encajonada en el entramado institucional de la Facultad. También me gustaría publicar algún juego de tablero, que encontrar una editorial dispuesta a ello es menos difícil de lo que parece.
Por último, me gustaría empezar a estudiar Inglés en enseñanza oficial, y seguir con el Alemán. No es fácil encontrar trabajo en ningún sitio sin idiomas, y menos en un ámbito científico o técnico, y desde luego si quiero ir a trabajar fuera en el futuro lo necesito.
Sirva esto como testimonio escrito de mis planes de futuro. A ver si dentro de un año puedo volver a leer esto y estar satisfecho con el resultado.
Quizá, en el futuro, piense en este verano y lo recuerde como aquel verano de 2006.
Tengo 20 años. Una cifra redonda. Un buen punto de inflexión. Probablemente este verano cambien bastantes cosas en mi vida.
Para empezar, es probable que el año que viene me independice, me vaya a estudiar fuera y me vaya a vivir con mi novia, todo de vez. Si todo va bien, el año que viene estaré en la deslumbrante Sevilla. Tengo ganas de ir: hay gente muy interesante que me espera allí, nunca he estado por aquella zona, y me apetece vivir en mi propio chamizo.
Por otro lado, he decidido involucrarme más activamente en la carrera. La ciencia es mi vida, y hace años que lo sé. Es hora de que me dedique a ella a tiempo completo, de una vez por todas. Si me voy a Sevilla, por descontado, no tendré tiempo para mucho más que estudiar. Si trabajo, tengo que sacarme toda el curso a la primera, y estoy en una ciudad extraña, no me apetecerá mucho más que estudiar y salir de vez en cuando por ahí. En quinto quiero hacer un buen TAD, un proyecto predoctoral que compone la mayor parte del quinto curso de mi carrera, y quizá, si puedo compatibilizarlo, conseguir una Beca de Colaboración para trabajar (con remuneración) en los proyectos de investigación del departamento de Química Física de la Universidad de Zaragoza.
Si no voy a Sevilla, o incluso si voy, intentaré por otra parte sacar adelante un proyecto, un fanzine de humor, con algunos compañeros de Facultad. Aunque será difícil y probablemente no lleguemos a salir a la luz, el proyecto me ilusiona bastante, sobre todo ahora que he decidido que la revista de la Facultad no es un buen lugar para escribir: está demasiado cohibida, demasiado encajonada en el entramado institucional de la Facultad. También me gustaría publicar algún juego de tablero, que encontrar una editorial dispuesta a ello es menos difícil de lo que parece.
Por último, me gustaría empezar a estudiar Inglés en enseñanza oficial, y seguir con el Alemán. No es fácil encontrar trabajo en ningún sitio sin idiomas, y menos en un ámbito científico o técnico, y desde luego si quiero ir a trabajar fuera en el futuro lo necesito.
Sirva esto como testimonio escrito de mis planes de futuro. A ver si dentro de un año puedo volver a leer esto y estar satisfecho con el resultado.
13 mayo 2006
Mission Hill
Hace poco el futuro muchimillonario dibujante de cómics y saxofonista punk Juan Viu, con quien tengo el placer de compartir sección de humor en la revista de la Facultad, me habló de una serie interesante. Creo que la programan en Cuatro, pero dado que mi tiempo libre es prácticamente nulo no puedo verla cuando la dan.
La serie en cuestión es Mission Hill. Narra las andanzas de Kevin French, un joven modélico, excelente estudiante, geek hasta la médula y niño repelente en general que va a vivir con su hermano Andy, un joven bastante bala perdida que se fue a la ciudad a dibujar comics y de momento sobrevive vendiendo camas de agua. El reparto lo completan los compañeros de piso de ambos, una neohippy que vive en un universo new age paralelo y un joven gafapastoide que es él mismo un resumen de la cultura pop de los noventa, y sus vecinos Gus y Wally, pareja de hecho.
El dibujo es moderno, de grandes superficies planas y líneas muy marcadas. Los guiones son bastante maduros, con un sentido del humor irónico y aguzado. Es muy raro que caiga en el chiste fácil. Algunos pasajes me parecen especialmente deliciosos, y en general creo que mantiene muy bien el ritmo cómico. Mucha sátira de los tópicos en dibujos animados.
Detrás de la serie están las manos de Bill Oakley y Josh Weinstein (The Simpsons, Futurama). Desafortunadamente, Warner Brothers canceló el proyecto al terminar la primera temporada, por lo que sólo tenemos trece episodios de esta envidiable sátira para disfrutar, aunque Bill y Josh tienen otra temporada parcialmente preparada y están buscando quien la produzca.
Os invito a que la veáis y espero que os guste tanto como a mí.
El dibujo es moderno, de grandes superficies planas y líneas muy marcadas. Los guiones son bastante maduros, con un sentido del humor irónico y aguzado. Es muy raro que caiga en el chiste fácil. Algunos pasajes me parecen especialmente deliciosos, y en general creo que mantiene muy bien el ritmo cómico. Mucha sátira de los tópicos en dibujos animados.
Detrás de la serie están las manos de Bill Oakley y Josh Weinstein (The Simpsons, Futurama). Desafortunadamente, Warner Brothers canceló el proyecto al terminar la primera temporada, por lo que sólo tenemos trece episodios de esta envidiable sátira para disfrutar, aunque Bill y Josh tienen otra temporada parcialmente preparada y están buscando quien la produzca.
Os invito a que la veáis y espero que os guste tanto como a mí.
04 mayo 2006
¿A qué sabe el horizonte?
Un tema que siempre me ha interesado sobremanera es la curiosidad humana. Creo que una de las fuerzas motrices de la humanidad es la curiosidad: el interés por entender el mundo que le rodea. Alguna vez he pensado sobre cuál es el fin o la causa de esta curiosidad, y aunque nunca terminaré por aclararme, creo que la curiosidad es una herramienta del ser humano para generar un microcosmos donde ser feliz. El conocimiento conlleva comprensión, y la comprensión es un prerrequisito para el control. El ser humano busca controlar la porción de la realidad que le rodea, para sentirse artificialmente seguro. Pero, más allá incluso de la seguridad, creo que deseamos manipular el mundo para fingirnos a nosotros mismos que tenemos poder. Por eso muchos recurrimos también de forma casi obsesiva a proyectar una imagen de confianza en nosotros mismos, para hacer creer al mundo y, sobre todo, creer nosotros mismos que podemos afrontar cualquier situación con relativa solvencia. Por eso guardamos tan celosamente nuestras debilidades, como si por encubrirlas existieran menos.
La sociedad primitiva cubre esta necesidad con el mito. Los mitos son originariamente explicaciones a la medida humana, simplificaciones cotidianas de la observación experimental, algo así como parches sencillos para descosidos complicados. Como explicación, el mito es apenas suficiente. Protege al ser humano del miedo a lo inexplicado, pero no le otorga ningún poder sobre su entorno. Con el tiempo, el entramado mítico terminará bifurcándose. Por un lado tendremos a la religión, que aparte de sus dimensiones sociológicas de herramienta de represión y control social y homogeneización cultural, presenta un avance en la interactividad con el ser humano: ahora, el seguidor de la religión también puede usarla en su provecho. En el estadio mítico, las cosas son así porque criaturas atávicas las hicieron así. En la religión, el dios está ahí, vivo, y puede influir en el mundo en provecho de sus fieles. El creyente "compra" con ritos y sacrificios la buena voluntad del ente: en definitiva, compra un pedacito de poder sobre la realidad.
La otra gran rama derivada del mito es la filosofía. Ésta busca dar explicación a una realidad oscura a partir de enunciados generales. Se trata del primer intento de dar explicaciones universales a los fenómenos, y es un prodigio de la condición humana que hayamos sido capaces de desarrollar todo el árbol filosófico tal y como lo concebimos ahora. La filosofía es una disciplina eminentemente deductiva: el filósofo propone axiomas que, una vez aceptados, permiten obtener, mediante leyes lógicas más o menos universales, diversas explicaciones. El gran problema, y la gran bendición, de la filosofía, es que este modelo no es único: como ejemplo claro está el edificio matemático, que aunque tradicionalmente se haya considerado una ciencia, comparte estructura formal, métodos y objetivos con la filosofía pura y dura; cualquier cambio en los convenios de partida alteraría la estructura de las matemáticas hasta el infinito. Dependiendo del conjunto axiomático de partida, la explicación se ajustará más o menos a la realidad, pero en defintiva nunca podrá ser satisfactoria del todo; la historia de la filosofía no deja de ser una permanente guerra civil entre cuatro o cinco posturas elementales, que se corrigen a sí mismas permanentemente buscando dar una mejor explicación a lo que el hombre ve a su alrededor. Por esto, la filosofía sólo muestra todo su esplendor cuando vamos a los campos en los que el hombre es [por el momento] incapaz de hollar con pie firme. La filosofía permite reducir la exuberante riqueza y complejidad del mundo a conclusiones predecibles e infalibles surgidas de simples principios de partida. Otorga, pues, al ser humano la capacidad de reducir el mundo a una escala humana.
Aunque habrá serias reticencias, fundamentalmente motivadas por los escarceos entre filosofía y religión, finalmente el ser humano decidirá que la filosofía no es satisfactoria para todos los aspectos de la realidad. Surgirá así la tercera gran herramienta del hombre para explicarse a sí mismo el mundo, que no es otra cosa que la superación inductiva de la filosofía: la ciencia. La ciencia es el intento del ser humano por controlar la Naturaleza no pidiendo a otros que lo hagan por él, como la religión, ni adaptando la Naturaleza al pensamiento, como la filosofía, sino jugando con las mismas reglas que ella. Consiste, ni más ni menos, en mirar atentamente cómo el mundo sigue su curso hasta ser capaces de ganarle en su propio terreno. La visión social de la ciencia tiende a ser mero humo de colores: matemáticas complicadas, grandes esfuerzos mentales, modelos complejos e intratables. Nada de eso. La ciencia es sentido común. El Universo es extremadamente complejo, y el detalle en que podemos concerlo en ridículo. No, la ciencia no es más que sintonizar con cómo funcionan en general las cosas: el mínimo esfuerzo, la explicación más sencilla, el resultado más probable, el estado más perdurable. Y ya está.
Disfrutad de este juguete que nos dio Prometeo.
La sociedad primitiva cubre esta necesidad con el mito. Los mitos son originariamente explicaciones a la medida humana, simplificaciones cotidianas de la observación experimental, algo así como parches sencillos para descosidos complicados. Como explicación, el mito es apenas suficiente. Protege al ser humano del miedo a lo inexplicado, pero no le otorga ningún poder sobre su entorno. Con el tiempo, el entramado mítico terminará bifurcándose. Por un lado tendremos a la religión, que aparte de sus dimensiones sociológicas de herramienta de represión y control social y homogeneización cultural, presenta un avance en la interactividad con el ser humano: ahora, el seguidor de la religión también puede usarla en su provecho. En el estadio mítico, las cosas son así porque criaturas atávicas las hicieron así. En la religión, el dios está ahí, vivo, y puede influir en el mundo en provecho de sus fieles. El creyente "compra" con ritos y sacrificios la buena voluntad del ente: en definitiva, compra un pedacito de poder sobre la realidad.
La otra gran rama derivada del mito es la filosofía. Ésta busca dar explicación a una realidad oscura a partir de enunciados generales. Se trata del primer intento de dar explicaciones universales a los fenómenos, y es un prodigio de la condición humana que hayamos sido capaces de desarrollar todo el árbol filosófico tal y como lo concebimos ahora. La filosofía es una disciplina eminentemente deductiva: el filósofo propone axiomas que, una vez aceptados, permiten obtener, mediante leyes lógicas más o menos universales, diversas explicaciones. El gran problema, y la gran bendición, de la filosofía, es que este modelo no es único: como ejemplo claro está el edificio matemático, que aunque tradicionalmente se haya considerado una ciencia, comparte estructura formal, métodos y objetivos con la filosofía pura y dura; cualquier cambio en los convenios de partida alteraría la estructura de las matemáticas hasta el infinito. Dependiendo del conjunto axiomático de partida, la explicación se ajustará más o menos a la realidad, pero en defintiva nunca podrá ser satisfactoria del todo; la historia de la filosofía no deja de ser una permanente guerra civil entre cuatro o cinco posturas elementales, que se corrigen a sí mismas permanentemente buscando dar una mejor explicación a lo que el hombre ve a su alrededor. Por esto, la filosofía sólo muestra todo su esplendor cuando vamos a los campos en los que el hombre es [por el momento] incapaz de hollar con pie firme. La filosofía permite reducir la exuberante riqueza y complejidad del mundo a conclusiones predecibles e infalibles surgidas de simples principios de partida. Otorga, pues, al ser humano la capacidad de reducir el mundo a una escala humana.
Aunque habrá serias reticencias, fundamentalmente motivadas por los escarceos entre filosofía y religión, finalmente el ser humano decidirá que la filosofía no es satisfactoria para todos los aspectos de la realidad. Surgirá así la tercera gran herramienta del hombre para explicarse a sí mismo el mundo, que no es otra cosa que la superación inductiva de la filosofía: la ciencia. La ciencia es el intento del ser humano por controlar la Naturaleza no pidiendo a otros que lo hagan por él, como la religión, ni adaptando la Naturaleza al pensamiento, como la filosofía, sino jugando con las mismas reglas que ella. Consiste, ni más ni menos, en mirar atentamente cómo el mundo sigue su curso hasta ser capaces de ganarle en su propio terreno. La visión social de la ciencia tiende a ser mero humo de colores: matemáticas complicadas, grandes esfuerzos mentales, modelos complejos e intratables. Nada de eso. La ciencia es sentido común. El Universo es extremadamente complejo, y el detalle en que podemos concerlo en ridículo. No, la ciencia no es más que sintonizar con cómo funcionan en general las cosas: el mínimo esfuerzo, la explicación más sencilla, el resultado más probable, el estado más perdurable. Y ya está.
Disfrutad de este juguete que nos dio Prometeo.
Al tercer día...
Durante un tiempo he pensado en cómo utilizar este blog.
Por un tiempo pensé en clausurarlo o abandonarlo. Me daba pena, así que preferí mantenerlo, y dedicarlo exclusivamente a colgar textos de divulgación científica y otras noticias del ramo. Pero no me termina de convencer, así que voy a volver a escribir pequeñas reflexiones. Serán igual de poco profundas y poco trabajadas que las anteriores, o menos aún si cabe, pero espero que resulten interesantes para alguien.
Un saludo a quien me lea.
Por un tiempo pensé en clausurarlo o abandonarlo. Me daba pena, así que preferí mantenerlo, y dedicarlo exclusivamente a colgar textos de divulgación científica y otras noticias del ramo. Pero no me termina de convencer, así que voy a volver a escribir pequeñas reflexiones. Serán igual de poco profundas y poco trabajadas que las anteriores, o menos aún si cabe, pero espero que resulten interesantes para alguien.
Un saludo a quien me lea.
09 abril 2006
Culturilla general: noticias científicas
Me perdonarán algunos de mis ocasionales lectores pero, como paso intermedio entre el abatimiento y las ganas de escribir, voy a hacer un refrito de textos que he colgado durante este año en otros sitios relacionados con noticias científicas.
Se confirma la masa del neutrino
Se confirma la masa del neutrino
03 abril 2006
31 marzo 2006
Modestia aparte
Encuentro cada día a gente desesperada por venderse.
Desde muy niño he valorado, creo yo, la virtud de la modestia como la primera entre sus pares. Quizá por el ejemplo patente de mi padre, quizá por mi carácter retraído y distante, quizá por mis dificultades para expresar mis sentimientos, quizá por mi consciencia de la gravedad de mis defectos.
En cualquier caso, me cuesta hablar de mí mismo, y me desagrada especialmente la gente que se vuelca en su faceta pública. La gente que vive para la galería. La gente que corre a demostrar a todo el mundo lo realmente interesante que es. La gente que entiende cada pequeño éxito personal como un trofeo que mostrar al mundo. La gente que se sabe tan pobre que tiene vindicar cada pequeña riqueza que atesora. Sin percatarse, muchas veces, de que el reconocimiento que obtenga por su particular Grial no durará, probablemente, más que unos minutos.
Quizá también estas ideas han marcado mi camino en la vida, decidiéndome hacia la ciencia. La ciencia es una profesión modesta en su propio planteamiento: su devenir sólo es conocido realmente por el practicante, sus victorias son magras a ojos del común del público y quienes pueden evaluar la grandeza de sus logros son un círculo cerrado que tiene mucho en común con el vencedor. Quizá ese prototipo, del sabio retirado que alcanzará un sublime conocimiento de la majestad última del mundo, pero que para sus vulgares y mediocres vecinos será objeto de burla e insulto, me ha atraído de una forma retorcida desde niño, como consagración última del individualismo, la modestia y la voluntad frente a las mucho más plutónicas virtudes de la ambición, la soberbia y el pragmatismo.
Perdónenme por no publicitar aquí cualquier chanza, idea o producto artístico que salga de mis manos. Sepan que el hecho de que no requiera de su aprobación social para ser feliz no implica que no tengan mi aprecio.
Desde muy niño he valorado, creo yo, la virtud de la modestia como la primera entre sus pares. Quizá por el ejemplo patente de mi padre, quizá por mi carácter retraído y distante, quizá por mis dificultades para expresar mis sentimientos, quizá por mi consciencia de la gravedad de mis defectos.
En cualquier caso, me cuesta hablar de mí mismo, y me desagrada especialmente la gente que se vuelca en su faceta pública. La gente que vive para la galería. La gente que corre a demostrar a todo el mundo lo realmente interesante que es. La gente que entiende cada pequeño éxito personal como un trofeo que mostrar al mundo. La gente que se sabe tan pobre que tiene vindicar cada pequeña riqueza que atesora. Sin percatarse, muchas veces, de que el reconocimiento que obtenga por su particular Grial no durará, probablemente, más que unos minutos.
Quizá también estas ideas han marcado mi camino en la vida, decidiéndome hacia la ciencia. La ciencia es una profesión modesta en su propio planteamiento: su devenir sólo es conocido realmente por el practicante, sus victorias son magras a ojos del común del público y quienes pueden evaluar la grandeza de sus logros son un círculo cerrado que tiene mucho en común con el vencedor. Quizá ese prototipo, del sabio retirado que alcanzará un sublime conocimiento de la majestad última del mundo, pero que para sus vulgares y mediocres vecinos será objeto de burla e insulto, me ha atraído de una forma retorcida desde niño, como consagración última del individualismo, la modestia y la voluntad frente a las mucho más plutónicas virtudes de la ambición, la soberbia y el pragmatismo.
Perdónenme por no publicitar aquí cualquier chanza, idea o producto artístico que salga de mis manos. Sepan que el hecho de que no requiera de su aprobación social para ser feliz no implica que no tengan mi aprecio.
30 marzo 2006
Cromatografía de gases, o cómo diluir el espíritu
Pues sí, he terminado hace un rato la sesión de laboratorio de hoy, una sencilla cromatografía de gases para determinar unos contaminantes orgánicos (en nuestro caso o-xileno y naftaleno) en un agua.
No voy a extenderme en qué es la cromatografía de gases. Aquí hay una descripción para el que tenga interés.
Lo que quería comentar era el planteamiento de estas prácticas de análisis instrumental. Y de mi carrera en general, vaya.
Seguimos anclados en la idea del profesor, magister, con amplios dominios de la materia, que enseña a sus alumnos una pequeña parte de su inmenso saber. El profesor decide qué y cómo enseña, y da la clase, una clase que suele ser indispensable, aunque solo sea para saber qué hay que simular conocer en ese pequeño estupro del conocimiento que es el examen.
¿Dónde queda el respeto intelectual al alumno? ¿Dónde está su derecho a organizarse como lo desee? A mí, personalmente, me parece mucho más lógico estudiar las asignaturas de forma secuencial, no simultánea. Estudiar durante un mes exclusivamente termoquímica, o teoría cinética de gases, o química de heterociclos, o química de compuestos organometálicos, o bioquímica elemental, y después pasar a otra. Desde luego no mezclar asignaturas diferentes, en algunos casos incluso contradictorias en definiciones y métodos (intenta explicarle a un químico inorgánico que los equilibrios reales no son termodinámicos sino cinéticos, y que no se pueden calcular de forma termoquímica...) y en los más de los casos competitivas en el tiempo. Porque eso es lo realmente vergonzoso, que el reparto del tiempo esté más allá de la voluntad del alumno.
¿Quién dijo que yo necesito el tiempo para comprender y dominar la electroquímica que el análisis clásico? Porque ese es el tiempo que tengo: exactamente el mismo. Sin embargo, el segundo me costaría, probablemente, entre tres y cuatro veces más, si los estudiara secuencialmente. ¿Por qué tengo que abordar el temario en el orden preestablecido por el profesor? ¿Por qué se desprecia mi capacidad de organizarme y decidir?
A uno le queda la alternativa de echarle narices y tirar de bibliografía. Pero es un esfuerzo de titanes. Normalmente los problemas de contradicciones se multiplican hasta el infinito, hay que estar constantemente pendiente de la actualidad de la fuente, y con muchos profesores
es imposible saber a qué autor siguen en cada punto sin ir a clase, con lo que ese esfuerzo, además, es inútil.
Pero, ¿qué digo? ¿Cómo oso cuestionar a los ilustres profesores que me iluminan? Profesores que en algunos casos incluso no dominan la materia que imparten, desconocen los métodos que la estructuran y son incapaces de hacer lo que piden a sus pupilos.
Bendita sea la Universidad, que da pábulo a nuestras almas.
No voy a extenderme en qué es la cromatografía de gases. Aquí hay una descripción para el que tenga interés.
Lo que quería comentar era el planteamiento de estas prácticas de análisis instrumental. Y de mi carrera en general, vaya.
Seguimos anclados en la idea del profesor, magister, con amplios dominios de la materia, que enseña a sus alumnos una pequeña parte de su inmenso saber. El profesor decide qué y cómo enseña, y da la clase, una clase que suele ser indispensable, aunque solo sea para saber qué hay que simular conocer en ese pequeño estupro del conocimiento que es el examen.
¿Dónde queda el respeto intelectual al alumno? ¿Dónde está su derecho a organizarse como lo desee? A mí, personalmente, me parece mucho más lógico estudiar las asignaturas de forma secuencial, no simultánea. Estudiar durante un mes exclusivamente termoquímica, o teoría cinética de gases, o química de heterociclos, o química de compuestos organometálicos, o bioquímica elemental, y después pasar a otra. Desde luego no mezclar asignaturas diferentes, en algunos casos incluso contradictorias en definiciones y métodos (intenta explicarle a un químico inorgánico que los equilibrios reales no son termodinámicos sino cinéticos, y que no se pueden calcular de forma termoquímica...) y en los más de los casos competitivas en el tiempo. Porque eso es lo realmente vergonzoso, que el reparto del tiempo esté más allá de la voluntad del alumno.
¿Quién dijo que yo necesito el tiempo para comprender y dominar la electroquímica que el análisis clásico? Porque ese es el tiempo que tengo: exactamente el mismo. Sin embargo, el segundo me costaría, probablemente, entre tres y cuatro veces más, si los estudiara secuencialmente. ¿Por qué tengo que abordar el temario en el orden preestablecido por el profesor? ¿Por qué se desprecia mi capacidad de organizarme y decidir?
A uno le queda la alternativa de echarle narices y tirar de bibliografía. Pero es un esfuerzo de titanes. Normalmente los problemas de contradicciones se multiplican hasta el infinito, hay que estar constantemente pendiente de la actualidad de la fuente, y con muchos profesores
es imposible saber a qué autor siguen en cada punto sin ir a clase, con lo que ese esfuerzo, además, es inútil.
Pero, ¿qué digo? ¿Cómo oso cuestionar a los ilustres profesores que me iluminan? Profesores que en algunos casos incluso no dominan la materia que imparten, desconocen los métodos que la estructuran y son incapaces de hacer lo que piden a sus pupilos.
Bendita sea la Universidad, que da pábulo a nuestras almas.